La «Rosa de los Monegros», un galardón único.
Hasta hace tan sólo 20 años nadie conocía de la existencia de estas bellas formaciones minerales bajo el suelo de Bujaraloz. Pero en este tiempo, las rosas del desierto que afloran de entre la blanquecina tierra, se han convertido en una de las señas de identidad de nuestra localidad y más específicamente de nuestro certamen de cortometrajes.
Rebautizadas como “Rosas de los Monegros”, estas rocas sedimentarias se juntan con madera de sabina para conformar el galardón oficial que se entrega a los ganadores del certamen ya desde su tercera edición.
Cada una es única, no hay dos iguales. Son rocas formadas por cristales lenticulares de yeso cuya distribución recuerda a los pétalos de las rosas. Se encuentran estratos que se han datado en el periodo del Mioceno, o lo que es lo mismo, entre 24 y 5 millones de años atrás.
En cohesión con el interés geológico que la rosa suscita, para nosotros los monegrinos, hay un valor simbólico mucho más importante. Para nosotros es mucho más que un mineral. Es una flor que no florece, pero que jamás se marchita. Viviendo en una tierra donde la selección natural destaca en estado puro y la lucha por la supervivencia forma parte de lo cotidiano, lo extraordinario es que una rosa nazca en el desierto sin saborear el agua. Pero no porque algo sea difícil significa que sea imposible. En ella tenemos una prueba evidente.
Su belleza reposada durante siglos y su humildad majestuosa seducen al que la contempla: los geólogos admiran su formación, los químicos su composición, los matemáticos sus simetrías, pero nosotros sencillamente la queremos porque la sentimos nuestra. Es nuestra.
José Antonio Labordeta dedicaba el siguiente poema a tan majestuoso emblema Monegrino:
La Sabina
Allí permanece quieta
igual que la soledad,
pasa el tiempo por sus ramas
y no las puede truncar.
Quieta,
altiva,
la sabina
testifica
que bajo ella
se agruparon
los anarquistas.
Soporta la ira del cierzo
igual que un barco a la mar
y bajo la densa niebla
es como un ángel guardián.
Cuando paso por su lado
me entran ganas de abrazar
el viejo y duro tronco
que la hace realidad.
Y allí permanece enhiesta
como un monegrino más
sabiendo, como ellos saben,
lo duro que es pelear.
José Antonio Labordeta
Por su tenacidad, que constituye casi un desafío, la rosa del desierto y la sabina encarnan un claro referente para este festival, pues al igual que para ellas, para nosotros el camino durante todos estos años también ha estado plagado de luces y de sombras, y solo a base de empeño, trabajo y entusiasmo hemos conseguido salir a la luz año tras año. Es sabido que de cosas normales pueden surgir espectáculos extraordinarios. Si nuestra rosa y nuestra sabina son hermosos milagros que se dan en esta tierra, nuestro festival nos permite, sin duda alguna, asistir a otro milagro, pues gracias a él, a través del cine, logramos abrir una ventana que nos permite sentir emociones ajenas vividas como propias. ¿Y acaso no tiene esa transformación también algo de prodigioso?
En esta zona donde la tierra le echa un pulso al cielo para que el viento no se adueñe del tiempo, la rosa y la sabina encarnan el pasado y el presente de nuestra tierra y nos recuerdas que, a pesar de la adversidad, como ellas, nosotros también resistiremos mirando con determinación al futuro.